"En el bar, las sillas todavía estaban sobre las mesas, mismo así me sirvieron el desayuno de buen grado. El salón está vacío, sólo en el frente hay dos lavadoras, a mi lado la propia moza tomando café. Los dos mirábamos en la misma dirección, para la calle. Me gustaría mirarla, pero no osábamos encararnos, alguna razón secreta e imperiosa no lo permitía. Ella se encontraba - de eso tengo certeza - dominada por la misma fuerza" (Werner Herzog, 'Caminar sobre el hielo', fragmento).